
No sé si fue casualidad o el destino pero lo cierto y verdad es que cuando más nervioso estaba preparando la partida de
foot-
ball, recibimos una inesperada visita.
Hacía pocas jornadas que había remitido una misiva al Club de Recreo de
Huelva invitándoles a que viniesen a
Sevilla para disputar un
match de
foot-
ball. Andábamos algo nerviosos con los preparativos pues el asunto era complejo, muy complejo.
Primero tuvimos que acordar con la Sociedad de Carreras de Caballos que nos cediesen el hipódromo.
Consideramos que no había en
Sevilla un lugar más
idóneo para la partida, con su preciosa grada y su bien cuidada pradera. Las gestiones con el vicecónsul inglés también fueron arduas, aunque muy
gratificantes, dada su predisposición a dar lustre al evento y por la inestimable colaboración del padre de mis amigos los
Welton. Por último, los preparativos para agasajar a nuestros invitados tras la partida tampoco fueron moco de pavo. No podía faltar de nada y reservamos un buen salón en el Café Suizo con pianista incluido y un ágape a la altura del esplendor que
pretendíamos.
Estábamos atareadísimos con lo anterior cuando mi padre va y me dice;
-
Isaías; mañana a primera hora te quiero ver en la fundición, vienen unos periodistas de Madrid para hacer unas fotos de la fábrica.
Y así fue. Llegaron dos tipos con bombín llevando uno de ellos una moderna y sofisticada cámara fotográfica. Capturaron una imagen del campo de tiro que usábamos para comprobar el calibrado de los cañones, otra de la cadena de montaje de la fábrica y una última en la que posamos en el centro de la nave José Portilla, el operario jefe, mi padre y yo.

De aquellas fotografías se realizaron grabados en tinta china que son los que se insertaron en un periódico madrileño del que no recuerdo su nombre.
Fue una de mis primeras fotografías.
Después llegarían otras.